Este... pues... Hyper me dió la oportunidad de publicar escritos míos en su page... So, acá está uno...
-Morgan
Era una noche cualquiera... Todo alrededor del claro era oscuro, los árboles tenían abundante follaje y se oía el ruido de algunos animales nocturnos. Era luna llena, y los sutiles destellos de las estrellas la engalanaban graciosamente. El cielo tenía el tono perfecto, azul oscuro con pinceladas verdes y grisáceas
Y un terso colchón de nubes se extendía a lo largo de él.
Aarón alzó la vista, y observó la luna
Hacía tiempo que amaba a Ana, no dejaba de pensar en ella y ésa noche, tan perfecta, sería aún más especial porque la vería.
Comenzó a hacerse tarde, y el viento soplaba más fuerte y ruidoso. Pero él sabía que llegaría, asió su chamarra con fuerza, cruzó los brazos y esperó.
De pronto un relámpago iluminó el bosque, Aarón escuchó un melodioso canto. Era un voz penetrante, pero suave
El canto era hermoso, y cada vez más cercano.
Entonces la vió venir, abriéndose paso entre la vegetación y envuelta en un vestido de seda blanco. Largo cabello cayendo por su espalda, ojos oscuros y profundos, mirándolo con una especial calidez; piel blanca y bella silueta. ¿Un ángel? quizá aquel porte era demasiado altivo para uno... ¿Un demonio? quizá el infierno guarda más belleza de la que se espera...
Ella se acercó y lo abrazó a su pecho, luego acarició su rostro, mientras lo miraba con dulzura. Tocó sus labios y besó sus manos.
-¿Me amas? -preguntó ella.
-Con toda mi alma -contestó Aarón, y ella sonrió.
-Si me amas tanto, no te importaría demostrarlo, ¿verdad?
-¿Cómo quieres que lo haga?
-Debe ser algo especial, algo que sólo el verdadero amor pueda lograr...
-Haré lo que me pidas -interrumpió Aarón.
-¿Lo que sea? -preguntó ella.
-Lo que sea -afirmó Aarón, y entonces ella sonrió y sus ojos brillaron:
-Quiero el corazón de tu madre.
Un silencio se apoderó del momento, y Aarón dudó... Pero entonces vió los brillantes ojos y asió fuertemente la mano de su amada. Ella lo abrazó nuevamente y besó con suavidad sus labios. Él sintió que se desvanecía, acercó su boca al oído de Ana y en un suspiro le dijo:
-Lo tendrás.
Ésa noche fué la más mágica que Aarón recordaría; el bosque y el cielo fueron testigos del amor que ellos dos se profesaban.
Aarón despertó y se vió solo... Ana ya no estaba y él sentía un vacío dentro. Seguía en el claro, y aún no había amanecido; como si las horas que tanto disfrutó hubiesen sido sólo minutos. Volteó, y vió junto a él una daga de plata con el mango de cristal. Entonces recordó y se estremeció, pero había hecho una promesa.
Al llegar a casa, en medio de la oscuridad, dudó. Permaneció sentado afuera, la cabeza le daba vueltas y no podía sentir su estómago. Sabía que ya no podía arrepentirse de lo que haría, y entonces entró.
La casa estaba oscura, y había brasas en la chimenea que aún daban pequeños destellos de vez en vez. Todo estaba lleno de polvo, como si nadie hubiera estado allí en años, había telarañas colgando y todo tenía un tono gris. Miró al reloj, que parecía no avanzar. Se fijó en los muebles, como si un animal los hubiese carcomido. Los cristales de las ventanas estaban opacos y coarteados. Miró hacia el piso, y sólo vió pequeños cúmulos de arena.
Se fijó en una puerta de madera, hosca y sin lijar, estaba llena de polvo -como todo en la casa- y la manija parecía averiada. No pudo resistir la curiosidad de atravesar aquel pedazo de madera entreabierto. Lo empujó levemente, y entró.
Adentro todo era de un tono azul, y el aire era denso. Una cama perfectamente tendida, y cubierta de dos colchas -una de lana, y otra de polvo-, quedaba justo en medio de la habitación; junto a ella, había una pequeña mesa, con una lámpara de aceite ya muy vieja. Enfrente de la cama había una ventana con cortinas cuya decoración consistía en pequeños caballos alados.
En el piso había figurillas de soldados de plástico, un trompo y un pequeño carrito de madera, al que le faltaba una llanta. La puerta crujió y él volteó por un instante, pero al regresar la vista, había un niño pequeño sentado en el piso... Aarón lo miró y el niño le devolvió una sonrisa, pero al mirar la daga su rostro cambió, derramó una silenciosa lágrima, y cuando Aarón quiso acercarse; el niño profirió un lastímero grito. Inmediatamente, una voz de mujer se escuchó cada vez más cerca: qué pasa, Aarón. Una mujer entró en la habitación, vestía sencilla y llevaba consigo una lámpara. Pasó al lado de Aarón, sin siquiera mirarlo y se dirigió al pequeño:
-Aarón, ¿qué sucede?. Calma, ya estoy aquí. No hay porqué temer.
Lo abrazó tiernamente, lo cargó y salió con él de la habitación.
Aarón, que ya había reconocido a la mujer, salió tras ella y vió que entraba en el cuarto contiguo, con el niño aún en brazos. Antes de desaparecer tras la puerta, se volteó y le plantó una mirada seca y severa, mientras él no podía hacer más que atender a los inquisidores ojos. Se acercó y giró lentamente la manija... Abrió y vió al niño sonreirle, pero se desvaneció en seguida. Alzó la vista y vió a una mujer mayor acostada en la cama. La chimenea estaba prendida y enfrente de ésta había una mesedora, con un cojín ya muy delgado por el uso. En el buró, junto a la cama había una foto suya, y una más donde su madre lo abrazaba, y ambos sonreían. El armario estaba cerrado, con llave como siempre, pero en una de sus puertas había un viejo dibujo a crayones, cuyo título, en letras apenas legibles, era: "Te quiero, mamá... Aarón".
Entonces la joven mujer apareció nuevamente, y cargó al pequeño... Le dió un beso en la frente y éste salió acompañado de una ráfaga de aire frío. Aarón miró la daga, y el niño y su joven madre se desvanecieron. El mango de cristal brillaba... Aarón miró a la mujer en la cama. Se acercó, y ella entreabrió los ojos. Al verlo, intentó abrazarlo, pero él la detuvo y la recostó para que duermiera de nuevo. Ella no opuso resistencia y cerró los ojos. Aarón se acercó y besó su frente. Alzó la daga, cerró los ojos, y mientras un relámpago de voces e imágenes atormentaban su mente y oprimían su corazón, la clavó en el pecho de su madre.
La joven mujer reapareció de rodillas al pie de la cama, y el niño lloraba junto a ella... Aarón desgarró las sábanas -ahora de un color rojo- e introduciendo su mano derecha en el cadáver, tomó el corazón ensangrentado y lo arrancó de él. El niño gritó y Aarón salió corriendo del cuarto. Afuera, los pequeños cúmulos de arena se abrían, mientras de su interior brotaban cientos de arañas. Aarón corrió entre ellos, abrió la puerta y salió.
Afuera llovía, y los relámpagos y truenos azotaban al bosque con frialdad. Aarón se arrodilló, con el corazón contra su pecho, y lloró.
Tenía ya los ojos rojos, se sentía cansado y abatido. Había parado de llover, y todo lo que quedaba eran fugaces relámpagos de vez en cuando. Se puso en pie, y se dirigió al claro. Al llegar, vio a Ana sentada en medio del claro, de espaldas. Se acercó a ella y notó que sus ojos estaban cerrados
-¿Lo tienes? preguntó ella.
-Sí
Ella volteó y abrió sus ojos, Aarón notó que su pecho sangraba. Ella se fijó en el corazón, sus ojos brillaron y quiso tomarlo, pero él dudó y la esquivó.
-Dámelo, amor dijo
-¿Para qué lo quieres? preguntó
-¡Que me lo des! gritó ella, y sus ojos se encendieron esta vez.
Al verla, él se levantó y corrió, salió del claro con el corazón contra su pecho. Volteó y ella iba tras él
Caminaba con pasos largos y no se veía fatigada, mientras él se agotaba cada vez más. Aarón seguía corriendo, pero comenzaba a sentir una sensación de pesadez que le hacía más difícil avanzar cada vez
Intentaba ir más rápido, y entonces, cayó. Vio a Ana acercarse, y fue cuando escuchó una voz que lo arrullaba:
-Aarón, ¿qué sucede?. Calma, ya estoy aquí. No hay porqué temer.
Sintió que unos cálidos brazos lo acogían y acariciaban: Todo va a estar bien
Ana se acercó y quiso golpearlo para arrebatarle el corazón, pero este brilló y ella cayó de rodillas. Se sostuvo contra el suelo, y al levantarse Aarón vio que lloraba. Sus ojos ya no eran rojos, y su faz era tranquila
Entonces los dos se dejaron caer al suelo, acostados, cerraron los ojos y quedaron sumidos en un profundo sueño.
Al despertar, Aarón se incorporó y se vio en el claro, la luna era llena y las estrellas brillaban. Más allá del claro no se distinguía nada, hacía frío y escuchó que alguien cantaba. Volteó, y entonces la vio venir
Vestía de blanco, de hermosa figura, y ella le sonrió.