Sin título
La batalla había sido especialmente sangrienta. Todos habían perecido bajo el acero enemigo y al volver la vista atrás se podía percibir el sonido aterrador del silencio, el humo de las hogueras y un familiar olor a almizcle, el olor de la sangre. La ciudad de Yavise estaba totalmente destruida junto con todos sus habitantes Ella era la última de una estirpe de elfos dorados. Había combatido con especial valor, pero aún así resultó herida mortalmente. Su sangre se mezclaba con el pelaje de su fiel Artraz, la yegua de extraño color azulado que le había salvado la vida en última instancia. Cuando intentaba sacarla del infierno en que se convirtió la ciudad, un enemigo intentó pararla con una antorcha dejándola totalmente ciega, por lo que Artraz caminaba ahora guiada por su olfato y su instinto, con la valiosa carga que portaba, intentando hallar un lugar seguro donde poder descansar. Artraz paró en seco y Lebana cayó en un suave pasto. El fiel animal había encontrado un rincón alejado del horror junto a un lago. La luna llena brillaba en todo su esplendor iluminando las aguas y Lebana creyó que había abandonado el mundo de los mortales porque las sombras fantasmales creadas por la luz del satélite se le antojaban de otro mundo. De todas formas poco importaba ya, casi podía ver como la muerte avanzaba lentamente al mismo ritmo que su sangre abandonaba su cuerpo. Sólo su yegua, tumbada a su lado, le daba algo de calor. Y lo recordó. Su última mirada mientras el enemigo hundía la espada en su pecho había sido de terror, pero no por temor a la muerte, sino miedo a la certeza de que nunca más la vería, que nunca más la tendría en sus brazos ni sentiría el calor de sus labios, miedo a perderla. Lebana ahora podía llorar su pérdida, sabiendo que lo que realmente dolía no era la herida que casi la había atravesado el corazón, si no otra, mucho más profunda: la herida del amor perdido. Nunca pudieron consumar su amor, sólo fueron encuentros esporádicos, a hurtadillas, con temor a que otros los descubrieran. Él era el heredero del reino y estaba prometido a una princesa de otra dinastía lejana. Su pueblo era lo más importante, se debía a él. Y ella era únicamente una guerrera más, una de las protectoras de la ciudad, simplemente una elfo corriente. Ni siquiera tenia sangre de héroes en sus venas. ¿Qué más daba? Su valentía y su constancia la había elevado a lo más alto del rango militar. Pero él vio más allá, ella que se creía tan dura, tan recia, cayó rendida a él. Su alma la había conquistado porque él supo ver en lo más hondo y dulce de su corazón. La luna pareció cada vez más cerca y de pronto vió la sombra de un fantasma que caminaba sobre el lago iluminado. Era él. ¿Cómo era posible? Se acercó despacio hacia ella, con esa sonrisa cautivadora, con esa expresión de amor y deseo que ella tan bien conocía. En el momento que la última gota de sus venas tocó el borde del agua, abrió los labios y le dijo No te preocupes amor mío, la batalla en realidad la hemos ganado nosotros. Ya siempre estaremos juntos.
6 comentarios
Alec....sin alma -
pero si esa persona es feliz yo tambien lo seré...
komo siempre una buena historia
Hypershadow -
Mara -
Besos!
Hypershadow -
Cibermamí xD hehehe tal vez no fue mayo la mayor influencia =P esta ya lleva tieeeempo de estar escrita... sólo q recordé q la tenía x ahí y pos... la postee.
Saludos =)
Cibermami -
Mara -
Besotes y saluditos ;)